Una Oración para el Año que Comienza

Al concluir un año y mirar hacia el siguiente, es natural reflexionar sobre éxitos y fracasos, avances espirituales y retos persistentes. ¿Cómo catalogarías tu año 2024? ¿Experimentaste plenitud? Si la respuesta no es clara, no te preocupes. El apóstol Pablo, en Efesios 3:14–21, nos guía hacia una plenitud que no depende de las circunstancias terrenales, sino de nuestra relación con Cristo. Este pasaje es una invitación a experimentar la verdadera plenitud en Dios, arraigados en Su amor y fortalecidos por Su Espíritu. Efesios 3:14-21 dice:

Por esta causa, pues, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. Le ruego que Él les conceda a ustedes, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder por Su Espíritu en el hombre interior; de manera que Cristo habite por la fe en sus corazones. También ruego que arraigados y cimentados en amor, ustedes sean capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén”.

La Fuente de la Plenitud. En su carta a los efesios, Pablo nos recuerda que toda plenitud viene de Dios. Él comienza su oración reconociendo al Padre como la fuente de toda familia en el cielo y en la tierra (Ef. 3:14-15). Este Padre celestial orquestó desde la eternidad el plan de redención a través de Jesucristo. Por lo tanto, Pablo ora para que los creyentes sean fortalecidos con poder en su interior, no con una fuerza física, sino espiritual.

¿De dónde proviene este poder? Del Espíritu Santo. Es Él quien fortalece al “hombre interior”, aquel que fue vivificado cuando Dios nos rescató de nuestra condición de muerte espiritual (Ef. 2:1). Este poder no es limitado por nuestras capacidades; proviene de las abundantes riquezas de la gloria de Dios. Así, Pablo nos enseña que si deseamos experimentar plenitud, debemos buscar a Dios en oración.

¿Estás orando por transformación espiritual? ¿Rogando a Dios que te dé fuerza para vivir conforme a Su Palabra? Recuerda que la plenitud no se encuentra en logros materiales ni en relaciones humanas, sino en Dios, quien nos capacita para vivir en obediencia y dependencia de Él.

Veamos ahora algunas características de la plenitud:

1. Fortaleza interior. Pablo ruega que los creyentes sean fortalecidos por el Espíritu Santo para que Cristo habite en sus corazones por la fe (Ef. 3:16-17). Este “habitar” no implica simplemente la presencia de Cristo, sino su reinado pleno en nuestras vidas. A medida que crecemos espiritualmente, Él transforma nuestro carácter para reflejar Su imagen.

¿Cómo sabemos si necesitamos esta fortaleza? Examinemos nuestra vida: ¿Qué tan como Cristo somos? Si nuestras palabras, pensamientos y acciones no reflejan Su amor y justicia, necesitamos ser renovados por Su poder.

El Espíritu Santo toma de las riquezas de Cristo para fortalecer nuestro hombre interior. Así como un árbol obtiene su fuerza de raíces profundas, nuestra vida espiritual debe estar arraigada en la gracia de Dios. Este poder nos habilita para vivir conforme al Evangelio y enfrentar las luchas diarias con la perspectiva de Cristo.

2. Comprensión profunda del amor de Cristo. Pablo continúa orando para que los creyentes estén “arraigados y cimentados en amor” y puedan comprender “la anchura, la longitud, la altura y la profundidad” del amor de Cristo (Ef. 3:17-19). Este amor no es una noción abstracta, sino una experiencia transformadora que nos libera del egoísmo y nos conduce a la comunión con otros creyentes.

La anchura del amor de Cristo abarca a todas las personas sin discriminación. Su longitud se extiende desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. La profundidad lo llevó a la cruz para redimirnos, y la altura nos eleva como hijos de Dios, sentados en lugares celestiales con Él.

Este amor se comprende en comunidad. Solos, nuestra perspectiva es limitada, pero al vivir en comunión con los santos, experimentamos y compartimos este amor de manera tangible. Así, somos fortalecidos para amar como Cristo nos ama: con un amor sacrificial y comprometido.

3. Excelencia espiritual. Finalmente, Pablo ora para que los creyentes sean “llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:19). Este anhelo no se trata de alcanzar un estado místico, sino de experimentar plenamente los beneficios espirituales que Dios nos concede en Cristo. Ser llenos de Su plenitud implica reflejar Su carácter, disfrutar de Su presencia y ser instrumentos de Su gloria.

Pablo concluye su oración con una doxología: “A aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos… a Él sea la gloria” (Ef. 3:20-21). Esto nos recuerda que Dios no solo escucha nuestras oraciones, sino que las responde con generosidad y poder. Él es digno de toda alabanza por lo que ya ha hecho y lo que hará en nuestras vidas.

¿Cómo podemos vivir esta plenitud? Primero, debemos rendirnos a Cristo, reconociéndolo como nuestro Señor y Salvador. Si ya somos creyentes, esta oración de Pablo debe convertirse en nuestra oración diaria. Roguemos a Dios que nos fortalezca, nos llene de Su amor y nos transforme conforme a Su voluntad.

Además, necesitamos evaluar nuestras vidas: ¿Qué ocupa nuestras oraciones? ¿Buscamos crecer en amor y paciencia hacia los demás? ¿Meditamos en el amor de Dios y permitimos que transforme nuestras actitudes y prioridades?

Finalmente, recordemos que esta plenitud no es un objetivo a alcanzar por nuestras fuerzas, sino un regalo de Dios que se experimenta en comunión con Él y Su iglesia.

El año que termina nos invita a reflexionar sobre nuestro caminar con Cristo. Mientras miramos hacia el 2025, pidamos al Señor que nos fortalezca, nos arraigue en Su amor y nos llene de Su plenitud. Como Pablo, doblamos nuestras rodillas ante el Padre y declaramos:

A Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.

Por Jorge Meléndez/Colaborador

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