COLUMNA POLÍTICA 30 DE MAYO

Crónica del cierre de campaña de la Alianza en Delicias.

El viejo Lorenzo.
La explanada del Campanario, ese enorme espacio entre el Estadio de Beisbol Intercolonial y la avenida del Parque, la tarde noche de ayer estuvo lleno de simpatizantes de los candidatos de la triple alianza.
Acudieron al súper cierre de sus acaloradas campañas a los diversos cargos de elección en disputa.
Ahí, sobre un musical templete, estuvieron Jesús Valenciano y su cuerpo de regidores, Roberto Carreón, Gaby Franco y Tony Meléndez, que resultó gran amigo de Lorenzo de Monteclaro, el veterano cantante duranguense, encargado de amenizar la fiesta junto con la Sonora Dinamita y, nomás faltaba, por ese imán que es Meléndez Tony, ese cuasi diputado federal.
Igual, subieron los dos ex gobernadores Baeza, Daniela Alvarez y su atractivo visual, Chava Alcántar, Armando Chavira, Aarón Hernández y otros y otras, además del Gallo Gallegos, Badia y algunos habituales de los presídiums opositores, la mayoría bofeados por el bochorno del tórrido atardecer.
En tanto los políticos hablaban de la patria que quieren reconstruir luego del desastre de la 4T, la numerosa asistencia, que rebasaba toda la cuadra, volteaba al cielo, esperanzada en divisar aunque fuera una esquiva nubecita, volteaba y volvía a voltear, hasta que mejor se entretenía chupando una paleta de las que regalaron, mordiendo una chapeteada, embarrándose la cara con el algodón de color que habían comprado.
Buenos discursos de todos, tan ensayados a través de más de dos meses de repetirlos, dos largos y agobiantes meses expuestos a los rayos inclementes del rey sol, cuidándose de algún mortal golpe de calor.
Enseguida de los speaches vino el show musical de un Monteclaro que ya no está para esos trotes, al que los años ya le pesan pero que, invencible se pinta barba y bigote para, como el José Alfredo enamorado, sacar juventud de su pasado.
A dúo con Tony, al que le sobran pulmones, cantó el Ausente, su rola distintiva, y otras odas de su lejano antaño.
Basándonos en el número de concurrentes de cada partido al cerrojazo de sus campañas, los compañeros de Corazón por México anticiparon que llegarán al domingo con ventaja, tampoco muy amplia, pero suficiente para ganar.
Los músicos callaron, el templete se vació.
Cada cual tomó el rumbo de su casa ante la pétrea mirada de Kiko Lopez Durán, que desde su estatua a la entrada del estadio, con su silencio les decía hasta mañana, con aquella caballerosidad que distinguió su productiva vida terrena.