¡Ay, Chihuahua, qué culebrón político nos estamos echando! Mientras Morena se enreda en un melodrama de sobremesa con los escándalos a nivel nacional de Andrés Chávez y con sus divisiones internas tan marcadas, con más traiciones que una telenovela de los noventa, el PAN y sus aliados priistas han montado una comedia romántica de antología: todos de la mano, entonando himnos de unidad, soñando con un atardecer electoral en 2025. ¿Quién hubiera pensado que el PRIAN sería el nuevo faro del amor político chihuahuense?
En la región centro-sur del estado, los exgobernadores priistas desempolvaron el recetario de la vieja guardia, armaron un jolgorio político que ni en los días dorados del tricolor. Más de 200 almas se dieron cita en un evento de discursos vibrantes, promesas de hermandad, un lema que retumbó como tambor: juntos somos imparables. Ahí, bajo los reflectores, brillaban las figuras del panismo: Jesús Valenciano, Marco Bonilla, con una química que parece sacada de un dueto de corridos, listos para venderle espejismos al desierto. Hay un entendimiento claro entre ambos: transitarán por el estado sin pisarse las mangueras, esperando que el PAN defina el método para elegir candidato, deseando que gane el mejor. Pero no todo fue calma: tras el evento, las lenguas viperinas soltaron el rumor de que Valenciano podría bajarse de la precandidatura. ¡Puro chisme! Sigue en la arena, más firme que un mezquite, tocando puertas, predicando que tiene la receta secreta para detener la ola morenista. Con los exgobernadores priistas como respaldo, el mensaje es rotundo: aquí hay unidad, café de olla, un logo de coalición que ya parece cosido.
El viernes por la noche, Marco Bonilla llegó a cenar al restaurante El Chacal en Camargo con su equipo, ocupando la mesa como si fueran a cerrar un pacto mundial. Un comensal murmuró, ahí está Marco, ya se siente en la gubernatura del 27. Un panista, más emocionado que vendedor de elotes, gritó, este es nuestro candidato. Pero un camarguense, tortilla en mano, lo cortó, ¿Marco?, aquí nuestro gallo es Tony Meléndez. La raza aplaudió el comentario, mientras los panistas nomás agacharon la cabeza y pidieron la cuenta. En la perla del Conchos son bravos, de eso no hay dudas.
Gran iniciativa la de un grupo de colegas y regidores de proponer, en el ramo de la construcción, que se bautice una colonia o fraccionamiento en honor al gremio periodístico, que en Delicias tiene una rica historia. Desde El Colono, publicación de corte católico que salía con cada visita del obispo, hasta Ecos de la profesora Ernestina de Ramírez, pasando por el Diario de Delicias y la revista mensual La Voz de Delicias, ambos de Lorenzo Mena; los corresponsales Ignacio Alemán, Catita Villalobos y Domingo González; los noticieros radiofónicos de los 60, 70, 90 y lo que va de este siglo, conducidos por Efraín Payán Meléndez, Ráfaga Portillo, Canito, Chuy López Muñoz, Chuy Araujo, Chuy Jiménez Andrade, Mario Hermosillo Sánchez y Fernando Herrera Martínez; hasta los de estos años, con Evangelina Fuentes, Bety Rivera, Raúl Rivas García, Edgar Itamar Rivera y Sergio Gómez, sin omitir a Chuy Aguirre, seguramente el periodista local más laureado a nivel estatal, Manuel Gándara, César Camacho, MAGADA, Darío Ogaz y el eterno Rubén Valles Mata, entre otros que quedan en el tintero.
No es tarea sencilla, por el celo y la controversia sobre méritos o su ausencia. Sin embargo, la idea es excelente, pues reconocería a quienes nos han informado a través del tiempo por medio de la prensa, la radio, la televisión y hoy los espacios digitales. Quienes encabezan esta magnífica iniciativa probarán de su propia medicina: estarán bajo la lupa pública. Por lo tanto, deberán estar a la altura de las circunstancias, despojarse de filias y fobias y actuar con justicia, o sabrán lo que es enfrentar el escrutinio de sus audiencias, que hoy están igual o más informadas que ellos y detectan el dolo y la verdad. Si la idea prospera, pondrán a Delicias en el mapa como una de las pocas ciudades que honran el fabuloso oficio que, como definió un inspirado vate anónimo, consiste en hacer algo distinto cada día.