Tiempos traen tiempos. Las campañas políticas son cíclicas: empiezan y terminan, empiezan y terminan, y así de por vida. Entre una y otra, el vacío. Los políticos, ganen o pierdan, se van, y llega la nada. Es la rutina. Pero tal vez eso cambie, tal vez alguien llene ese hueco. Quizá como prueba, el fin de semana pasado el diputado Roberto Carreón visitó a varios empresarios locales. Aunque está en precampaña, la suya no era una campaña continua. O no lo había sido, porque desde hace unos días, y viendo lo bien que le fue, podría estar pensando en unir precampaña y campaña en una sola. Los empresarios le compartieron problemas comunitarios y gremiales, además de ideas innovadoras. Entre ellas, el diseño de un fraccionamiento inteligente, aprovechando la tecnología de moda. Todo se actualiza, incluso el viejo ciclo de las campañas.
Se dejó caer. El fiscal Jáuregui, representante de la gobernadora en el acto del trazo, dio un discurso emotivo, sonoro y didáctico sobre Delicias y algunos de sus habitantes. Le salió tan natural que parecía nativo del sector poniente y no de las cercanías de la Chaveña.
En el lugar del trazo, en la esquina de Calle Central y Agricultura Norte Oriente, ayer comenzó el mes de Delicias, nuestro mes mayor. A las diez de la mañana, la carpa estaba llena. Clemente Esmeralda saludaba a gritos al cronista del municipio, mientras Niko Juárez, sin bigote y con traje beige, charlaba con Chava Alcántar, el viejo del sombrerón. Lalo Esparza convocaba a los miembros de la Comisión de Estudios Históricos para que apartaran el lugar más sombreado. Jesús Valenciano y Alma Limas llegaron puntuales y contentos; Héctor Baeza buscaba el sector reservado para los exalcaldes. José Luis Granados, Aby Pando, Lupys Aguirre, Chela Gutiérrez, María Esther Pérez y otros historiadores revisaban el programa de los festejos. Una edecán, afanosa, recogía del suelo lo que parecía un periódico amarillo. Los regidores y Gaby Franco ocupaban sus asientos. El fiscal Jáuregui, fiel a su estilo informal y sin corbata, conversaba mientras Mariano Jáquez Gandarilla saludaba sin parar. Manuel Soltero, con su sombrero y su perenne sonrisa, y Fernando Ramírez, atento a la campana del Hotel del Norte como si esperara que se cayera, también estaban presentes. Enrique Díaz Valverde dirigía la orden del día, y Carlos Jaramillo hacía proselitismo para ser juez de lo familiar. El medallista Rodolfo Fierro Chavarría y sus hermanos Carlos y Carmen destacaban por su modestia habitual. Fernando Baeza y Jimmy Ríos Velasco llegaron apresurados; el profe Arvizu, más puntual que nadie, y el abogado Miguel Ángel Treviño, con su afilado sentido del humor, completaban la escena.
La entrega de la Medalla Fundadores a Rodolfo Fierro fue emotiva. Él agradeció con un discurso sencillo, informal y atractivo. Un regidor, con buen tono, leyó el historial del paleontólogo galardonado. El alcalde intervino con una participación bien estructurada, seguida por el canto emocionado de los himnos nacional y del estado. El broche de oro lo puso el fiscal Jáuregui, elogiando el trabajo literario e historiográfico del cronista. Fue un acto memorable: a voz alta para ser escuchado, breve para no aburrir y bien ubicado para ser visto.