Columna política viernes 11 de abril de 2025

Qué noche tan intensa la del miércoles 9. El espléndido patio de la Casa de Cultura Jesús Gardea se convirtió en un escenario vibrante de arte, literatura, música, canto, vino y alegría, enmarcado por el Festival de la Fundación, la celebración anual de los delicienses.

Con el patio a reventar, se presentó el libro Las Palomas de Amparán, de Carlos Gallegos Pérez, Cronista del Municipio. La obra narra la vida de Alfonso Amparán, el disruptivo artista del Parque Glendale, conocido como el Pintor de las Estrellas. Qué mejor ocasión que esta para dedicar un espacio, usualmente reservado a la política, a la difusión del arte, un tema tan sensible como necesario.

Pero, fiel al carácter policromático de los mexicanos, arte y política a menudo se entrelazan, y esa cálida noche no fue la excepción. Entre el numeroso público había muchos políticos, de todo tipo, incluidos aspirantes a cargos en el Poder Judicial, como Carlos Jaramillo e Ibis Carrasco. También se podía ver al diputado Roberto Carreón departiendo, sin importar diferencias ideológicas, con el irreductible profesor comunista Ernesto Casillas, quien, aprovechando la penumbra del patio, distribuía discretamente un artículo suyo. Viejos atavismos de la clandestinidad. Sin embargo, la literatura obró su magia: agua y aceite convivieron en armonía.

Con copa de vino en mano, brindaron felices los camaradas Darío Ogaz y Güero Gardea. El polémico licenciado César Camacho y el escultor naiquense Alberto Palacios, ambos de tendencias izquierdistas, compartieron risas y brindis con la empresaria derechista Regina Cano y las incansables Martuchas, dedicadas directivas de la noble asociación filantrópica Cáritas.

El abogado Alejandro Castillo, de la Secretaría Municipal, fue un maestro de ceremonias impecable. El priista a ultranza Nacho Flores llegó primero que nadie, fiel a la disciplina partidaria. El empresario Javier Cota Arizmendi, otro priista de hueso colorado, ocupó un lugar VIP, mientras que el imprentero local Cuate Arellano, admirador de don Porfirio, escoltado por su esposa, se ponía de puntitas detrás del sillerío para no perder detalle. Más eclecticismo político, imposible.

Magda Espinosa, Alicia Rosete, Lety Contreras, Aída Cardiel, Ana Lilia Espinosa, Lolita y otras damas que juran no beber tomaron vino, y lo hicieron con entusiasmo. Mario Mata, por su parte, alternaba entre su celular y vigilar que nadie le birlara una fina pluma que guardaba en su saco, la cual solo sacó para que el autor le firmara su ejemplar.

Una señora se maravilló de lo bien conservado que está Salvador Villeda, el bardo de la canción, quien, junto con sus hijas América y África, amenizó la velada acompañado del gran Edson Ortega y su melodioso conjunto. Bertha Ramos, editora del libro, y su hijo Emilio, coronado rey de las Leyes un día antes, dispusieron en mamparas negras 17 obras del pintor, que Gloria Trevi observaba con atención, como buscando alguna pieza extraviada.

Tras la presentación del libro, una figura de cartón tamaño natural del pintor, colocada en la entrada, se robó el reflector. Algunos le encontraron un parecido con don Ramón, y muchos no resistieron abrazarla para la foto. El maestro Mario Pérez, uno de los glosadores, fiel a su estilo sin calcetines, con su bigote mefistofélico y su mirada penetrante, no perdió detalle de la noche, sabiendo que las veladas oscuras son propicias para todo tipo de tentaciones.

Cuando su nieta Andrea interpretó el corrido de Chihuahua con una voz que enamoró al público, el autor pareció quedarse pequeño en el amplio sofá donde estaba sentado, mientras sus padres, tíos, hermana y abuela apenas contenían las ganas de subirse al escenario a pedirle un autógrafo. Otra estrella de la noche fue Sonia Durán, presentadora y pariente del pintor quien, junto a sus hijas, dibujaba palomas amparanianas en cartulinas blancas que los asistentes se llevaban como recuerdo de una noche inolvidable.

El autor aprovechó el momento para lanzar una propuesta: que en alguno de los museos locales se abra una sala con el nombre de Amparán para exhibir su vasta obra, hasta ahora oculta en colecciones privadas. El licenciado Rodolfo Fierro Chavarría, Medalla al Mérito Ciudadano Fundadores y único abogado en la historia con un doctorado en Paleontología, distribuía su tiempo entre mesarse la barba entrecana, disfrutar la música, escuchar los discursos y aclararle a los despistados que, pese al parecido, no era la reencarnación deliciense de don Venustiano Carranza.

Ya entrada la noche, cuando las estrellas brillaban en el cielo, llegó Kike Valenzuela, Director de Bien Común, para clausurar el evento, asegurándose de que el autor le firmara su ejemplar.

Lo que logra un libro.
Lo que recuerda Delicias de su gran artista.
Lo que es nuestro festival anual.

Donald Trump anda con el modo multitasking activado. Ayer al mediodía, el magnate de la melena dorada se desvivió en elogios a Claudia Sheinbaum por las recientes negociaciones sobre aranceles. Que si son un éxito, que si México y EU están más cerca que nunca, que si Claudia es una negociadora de primera. Pero no pasaron ni unas horas cuando, fiel a su estilo, Trump cambió el tono meloso por uno de ultimátum. Por la tarde, soltó el misil: México debe pagar el agua que le debe a Texas, según el Tratado Internacional de Aguas de 1944, o prepárense para «repercusiones económicas». ¡Zas! De la palmadita en la espalda al garrotazo en un tuit.

Vamos por partes. Primero, lo de los elogios no es casualidad. Trump sabe que Sheinbaum no es de las que se doblegan fácil, y con las elecciones en EU al acecho, necesita mostrar que tiene aliados fuertes al sur de la frontera. Pero lo del agua es otro cantar. Exigir el cumplimiento del tratado suena lógico en papel: México debe entregar 1.75 millones de pies cúbicos de agua cada cinco años al Río Grande para Texas. El problema es que las presas mexicanas, como La Boquilla y Las Vírgenes, están más secas que chiste de político en campaña. ¿Qué quiere Trump? ¿Que saquemos agua de las piedras? Porque si no ha visto videos de esas presas, alguien en la Casa Blanca debería pasarle un dron con cámara para que entienda la neta: agua, lo que se dice agua, no hay.

Ahora, el trasfondo de todo esto no es solo una bronca de tratados y presas secas. Trump está jugando al ajedrez político. Sabe que apretar a México con el tema del agua le da puntos con los rancheros y agricultores de Texas, que están hasta el cuello con la sequía. Pero también sabe que meterle más aranceles a México es como dispararse en el pie: los consumidores gringos terminan pagando los platos rotos con precios más altos. Y Claudia, que no es nueva en estas lides, seguro ya tiene un as bajo la manga. Mientras tanto, seguimos con el dilema de siempre: cómo cumplir compromisos internacionales cuando la naturaleza no coopera y la política aprieta.

Y hablando de Las Vírgenes, mientras Trump tuitea amenazas, en Chihuahua la vida sigue. Ayer, Chuy Valenciano, Miriam Soto y los alcaldes de la región dieron el banderazo al operativo de Semana Santa en la presa. Con todo y patrullas, ambulancias y hasta el clásico «estamos listo. La buena noticia es que el operativo arrancó estable, con los cuerpos policiacos y de emergencias en modo Avengers. Hoy comienzan las vacaciones, y la esperanza es que todo salga blanco, sin tragedias ni titulares de esos que duelen. Así que, si andan por ahí, cuídense, no se pasen de cheves y respeten el agua, que al parecer es más codiciada que el petróleo.