Columna política viernes 4 de abril de 2025

A Chuy Valenciano le fue de perlas ayer en el Centro de Convenciones de Chihuahua. El único alcalde del estado que estuvo en el
presidium del Foro Internacional de Lechería con más de 2 mil almas presentes. Se placeo a sus anchas: selfies, saluditos, apapachos y, de paso, haciendo amarres para lo que se ofrezca en el 27.

Y hablando de pavonearse, ahí andan las ambulancias de lujo de la Secretaría de Salud del Estado de México, dos joyitas rodando por Chihuahua con el rostro de la senadora Andrea Chávez estampado como si fuera la Virgen de Guadalupe curando leprosos. Los malosos juran que la info para tanto reportaje, denuncia y escándalo lleva el sello de Palacio Nacional. Adán Augusto, con su colmillo retorcido, ya captó el mensaje entre líneas que le está enviando la Presidenta, pero a Andrea, quién sabe si ya le cayó el veinte o sigue creyéndose la Madre Teresa de la 4T.

En Saucillo, el alcalde anda como alma en pena desde que, en un arranque de protagonismo digno de telenovela barata, se metió en el desfile de las mujeres a querer ser el protagonista. Ahora no halla la puerta ni en su propia presidencia, donde cada regidor le tiene jurada una vendetta personal, sean del PAN o de los otros. Se desgastó más rápido que Aidé López en tacones de aguja, y eso ya es decir demasiado. Sus bonos políticos van en caída libre.

En otra de Saucillo, Jaime Lara, el mandamás de la JMAS de allá, corre la milla como si lo persiguiera el diablo. De su oficina al Valle de Allende, sus botas puntiagudas resuenan como tambores de guerra. En el terreno, dicen, se siente como pez en el agua, pero a este ritmo, o llega a la meta o lo recogemos en camilla. No para.

Sin reposo. La membresía de la Comisión de Estudios Históricos, no bien entregó el kiosko de la Plaza Principal, va por la restauración de una vela de Amparán, que hace más de 20 años pintó en la Casa Carcha, en la entrada de la Calle 3a hacia el Pasaje Chávez. En ese túnel del tiempo espantan como los aranceles de Trump.

Y luego está Carlos Jaramillo, el abogado aspirante a juez familiar, que ya se anda enflacando de tanto evento. En la caminata del aniversario, en el encendido del Reloj Público, en el bailongo del kiosco… donde haya reflector, ahí está él, sudando la gota gorda pero con sonrisa de candidato. Por condición física no va a quedar.

El poder judicial es un galimatías que ni en arameo se entiende. Tantos cargos, tantos aspirantes, que las boletas parecen jeroglíficos egipcios. Un borrón y a empezar de nuevo. En vez de crayones, deberían repartir lupas, porque ni los votantes ni los candidatos tienen idea de qué diablos están eligiendo. Un circo, pues.