¡Orgullo Cubano! Erislandy Álvarez ganó el oro en Boxeo 63.5 Kg

Erislandy Álvarez demostró que la mejor defensa que hay en el boxeo es el ataque, con un ritmo frenético derrotó a Soufiane Oumiha por decisión dividida y se llevó la medalla de oro del peso ligero (63.5 kg) en los Juegos de París.

El primer tañido de la campana no fue solo el inicio de un combate, sino el detonante de una tormenta contenida. Los dos pugilistas, finalistas de su categoría, se abalanzaron uno sobre el otro. En sus ojos, un destello de oro, no solo como metal sino como ambición, brillo que delataba su anhelo de coronarse en lo más alto.

En el avance del combate el cubano mostró su intención clara y decidida. No iba a permitir que el francés tomara la iniciativa. Con la frialdad de quien entiende que la victoria se forja desde el primer golpe, comenzó a martillar con un par de jabs y crosses, por su parte el francés, consciente de que la clave no estaba en la fuerza bruta sino en la astucia, comenzó a desplegar un baile táctico sobre el lienzo del cuadrilátero. Con un juego de pies preciso, empezó a deslizarse. Álvarez, agresivo y firme en su avance, se encontró en una persecución de sombras, en la que lanzó golpes que se desvanecían en el vacío mientras su oponente se movía con una fluidez casi artística. Ante la narrativa que se desenvolvió en el primer asalto, las tarjetas favorecieron al cubano.

En el segundo round, Sofian Oumiha cambió la estrategia, consciente de que la distancia podía ser su mayor aliada. Con sus brazos largos, y al ser 10 centímetros más alto que su oponente mostró precisión milimétrica en sus impactos, con lo que comenzó a tomar el control del combate. El cubano, que había dominado el round anterior con su insistencia, ahora se encontraba con un oponente que sabía cómo usar el alcance a su favor. Ahi fue donde el francés recortó las distancias.

Para el último capítulo de la contienda se abrió con una intensidad palpable. Ambos púgiles, conscientes de que el tiempo se agotaba, se entregaron por completo al fuego cruzado. Ya no había espacio para retroceder, ni para medir la distancia; el cuadrilátero se encogió bajo sus pies para transformarse en una auténtica arena.

Con cada golpe lanzado, Erislandy Álvarez demostraba que estaba listo para arriesgarlo todo. No había marcha atrás. Las esquinas del cuadrilátero, que antes ofrecían un respiro, ahora quedaban olvidadas mientras ambos se enfrascaban en un intercambio frenético, golpe por golpe, en la busqueda de ese instante decisivo que les otorgaría la victoria.

En el último minuto, cuando las esperanzas y las fuerzas comenzaban a flaquear, Erislandy Álvarez hizo un gesto que cambió el curso de la pelea. Un rápido y desafiante movimiento, un baile sutil que encendió la chispa en los ojos de Sofiane Oumiha. Era una provocación, un llamado a la acción que no pasó desapercibido. El francés, quien sintió la sangre hervir, aceptó el reto sin dudarlo. Se lanzó hacia adelante, con unos puños que fueron como martillos que caían en una lluvia implacable.

El cubano, lejos de retroceder, sabía que había llegado el momento de definir la contienda. Ya no había tiempo para la estrategia ni para el cálculo frío. Era hora de enfrentarse al desafío cara a cara. El ring se convirtió en un campo de batalla en su estado más puro. Con cada golpe lanzado, demostraba que estaba listo para arriesgarlo todo. No había marcha atrás. Al concretar más golpes y avanzar con determinación, Erislandy Álvarez se adueñó del último round.

Por decisión dividida, Erislandy Álvarez (3-2) se coronó con la medalla de oro, en un desenlace que demostró que, en el calor de una justa veraniega, no existen imposibles. Posterior a haber llegado al cuadrilátero no solo para enfrentar a Sofiane Oumiha, sino también para desafiar el peso de todo un recinto volcado en favor del francés, logró imponerse con una valentía que quedará grabada en la historia del Boxeo.

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