Columna política lunes 3 de noviembre de 2025

El proditorio asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, Michoacán, durante el festival del encendido de las velas con motivo del Día de Muertos, pudo haber ocurrido en cualquier festival, en cualquier día o en cualquier noche de cualquier población de México. Hoy, como nunca, el país está inerme, indefenso, en manos del crimen. Manzo es ya el presidente municipal número 32 asesinado en los últimos siete años.
Lo que sigue es lo de siempre: el guión preparado para el siguiente crimen, el lamento hueco y las justificaciones de la presidenta, vendiendo la idea de que una mesa de seguridad va a resolver la bronca en Uruapan. No hay palabras que calmen el coraje ni discursos que devuelvan la esperanza a los mexicanos.
El exembajador y hoy subsecretario de Estado de Estados Unidos, Christopher Landau, condenó el asesinato del alcalde y advirtió que su país está listo para erradicar el narcotráfico en México. Sus declaraciones ponen aún más presión sobre el gobierno mexicano y evidencian la creciente percepción internacional de que el crimen organizado ha rebasado al Estado mexicano.
El asesinato de Carlos Manzo se está convirtiendo en el Ayotzinapa de este sexenio: un símbolo de hartazgo, de fracaso y de ruptura social.
Son días de definición. Días que exigen la valentía que hubo en las tres grandes y auténticas transformaciones de México: la Independencia, la Reforma y la Revolución. Es tiempo de vernos en el espejo de quienes secundaron y murieron con Hidalgo, de quienes sostuvieron la Reforma con su fe en la ley, y de quienes derrocaron a Porfirio Díaz a costa de su vida.
No es un llamado a la violencia, sino a la conciencia de cada mexicano, para que cada quien actúe desde su rol social y contribuya, desde su trinchera, a poner fin a esta pesadilla. México necesita un nuevo comienzo, y ese comienzo empieza con el valor de enfrentar la verdad.
Sí que son otra cosa. Impresionante cómo en Delicias, en tan pocos años, se ha consolidado una nueva cultura para honrar y recordar a nuestros muertos. Las calles llenas de caminantes caracterizados para la ocasión el viernes por la noche, los espectaculares tapetes de la 3.ª Norte, los actos colectivos en los panteones, los conversatorios alusivos a la fecha celebrados en plazas públicas, recintos culturales, frentes y patios de las casas. Eso y más. Otra cosa.
De acuerdo con la inteligencia artificial y la inteligencia natural de los estudiosos de la historia, así como la memoria generacional de cualquier deliciense, el Reloj Público, que data del 22 de diciembre de 1949, es el principal referente de la identidad de Delicias. Le siguen el trazo de la población, con su evidente y reciente comprobación de origen en la Rosa de los Vientos, el Hotel del Norte, el Mercado Juárez, el Cristo, el Monumento a la Madre, el Santuario de Guadalupe, el kiosco de la Plaza Principal y el Gimnasio Municipal. Nuestros orígenes, nuestra idiosincrasia.


